Desde el inicio de
los tiempos han existido las ciudades, siendo la parte de mayor civilización en
donde se encuentre. Está de más decir que con los años crecen de manera
progresiva. Todo dependerá de la conducta con que se manejen las personas que
habiten en ella.
El ritmo de vida que
se vive en la ciudad no es el mismo que se tiene en los espacios rurales. En la
ciudad se vive un ritmo mucho más acelerado, todo fluye con más rapidez: de
prisa. Según José Márquez (2001) nos explica: “La prisa es la necesidad o deseo
de ejecutar algo con urgencia”. Dejando claro como las personas que habitan en
las ciudades están acostumbradas a esta forma de vivir y puede que ni lo sepan.
Cuánta gente anda
corriendo de un lado para otro sin saber a dónde va ni a qué ha ido, y sin
llegar a valorar si necesitaba ir de prisa o si podría haber hecho lo mismo a
otro ritmo. La prisa no es un valor añadido. Nadie es mejor profesional ni
mejor persona porque vaya rápido a todos sitios o porque exprese lo extremadísimo
que está.
Lo que es el estrés y
la prisa son como el pan de cada día para la mayoría de las personas y
generalmente van de la mano: no hay estrés sin prisa, ni prisa sin estrés.
La prisa llega a
convertirse en un estilo de vida. De hecho, mucha gente no sabe qué hacer con
su tiempo libre cuando lo tiene. Estar desocupado les produce malestar,
sensación de pérdida de tiempo, incluso falta de autoestima. Para este tipo de
personas, el aburrimiento es algo desagradable, vacío y sin sentido. Por eso
siguen corriendo, aunque ni siquiera sepan hacia dónde.
¿Qué es importante y
qué no lo es? Es una pregunta difícil a la que cada uno contesta de forma
diferente porque depende de una escala de valores personal. Para unos es la
familia; para otros, el trabajo o la propia felicidad. La respuesta no importa
porque ninguna de ellas es buena ni mala. Lo que sí interesa es ser coherente y
actuar conforme a lo que cada uno establece como relevante. Si cree que la
familia es lo más importante, pero dedica todo su tiempo al trabajo, andará
corriendo para sacar un momento para su prioridad. Ordene su agenda en función
de sus preferencias, con sentido común y responsabilidad.
Para no vivir
totalmente en prisa prueba con utilizar técnicas que permiten relajarse como
son las siguientes: Yoga, Pilates, deporte, un baño de agua caliente, una
llamada de teléfono larga y relajada o una copa de vino al calor de la
chimenea. Para estos momentos siempre hay un espacio. Se trata de repartir las
horas de forma que obligaciones y ocio estén equilibrados. Esto te ayudara a
relajar la tensión que tienes día a día de tu cuerpo.
Es de mucha
importancia que tengamos todos estos aspectos claros, porque sin darnos cuenta
puede que estemos viviendo una vida desorganizada. Donde no tengamos control de
nuestras actividades y el estrés se apodere de nuestra paz. Por eso, la
recomendación es hacer todo a su tiempo. No querer volar del escalón cinco al
veinte, sino ir subiendo de uno en uno y disfrutar el proceso.
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