En los tiempos modernos, la nación fue “la otra cara”
de estado y su arma principal en logro de soberanía territorial y poblacional.
Gran parte de la credibilidad de la nación y su tractivo como garante de
seguridad y duración deriva de su íntima asociación con el Estado, y –por medio
del Estado- con las acciones destinadas a concretar la certeza y la seguridad
de los ciudadanos sobre la base sólida y confiable de la acción colectiva. En
las condiciones actuales, de poco le sirve a la nación su estrecho vínculo con
el Estado. El Estado tampoco puede esperar mucho del potencial de movilización
de la nación, cada vez menos necesario, ya que los ejércitos reunidos por el
frenesís patriótico han sido reemplazados por aplomadas y profesionales elites
de alta tecnologías, y la riqueza del país ya no se mide por la calidad, la
cantidad y el espíritu de la fuerza laboral si no por la seducción que pueda
ejercer sobre las frías fuerza mercenarias del capital global.
En un estado que ha dejado de ser un puente seguro
para trascender la prisión de la mortalidad individual, por la preservación de
la gloria del Estado suena vacuo y grotesco, e incluso cómico. El romance de siglo
entre la nación y el Estado toca a su fin: no ha producido un divorcio, si no
mas bien se ha vinculado marital basado en la lealtad incondicional. Ahora, los
cónyuges son libres de mirar hacia otra parte y de sellar nuevas alianzas; su
sociedad ya no es el patrón obligatorio de una conducta correcta y aceptable.
Podemos decir que la nación, que solía ofrecer un sustituto de la comunidad en
la época de la Gesellschaft, se retrotrae ahora a la época anterior de la
Gesellschaft, en busca de un patrón que pueda imitar como modelo. El andamio
institucional capaz de mantener entera a la nación es cada vez más concebible
como una tarea de bricolaje casero. Los sueños de certidumbre y seguridad- y no
el aprovisionamiento rutinario y práctico de esas necesidades- deberían
estimular a los individuos huérfanos a ponerse bajo el ala de la nación en su
búsqueda de la elusiva seguridad.
Parece haber poca esperanza de rescatar los servicios
estatales que proporcionaban certidumbre y seguridad. La libertad de la política
estatal se ve permanentemente socavada por los nuevos poderes globales,
equipados con las pavorosas armas de la extraterritorialidad, la velocidad de
movimiento y la capacidad de evasión/escape; los castigos impuestos por violar
la nueva ley global son rápidos y despiadados. De hecho, la negativa a jugar la
partida según las nuevas reglas globales es el delito más duramente castigado,
un crimen que los poderes estales, atados al suelo por su propia soberanía
definida territorialmente, deben evitar cometer a cualquier precio.
El
estado de hoy solo le vende sueños, ofreciendo estabilidad y comodidad a su
pueblo, cuando en realidad solo toman participación a sus beneficios
propios y aquel que está rodeado por
estos individuo se siente obligado a tomar participación de esta acción por
temor a los daños personales, convirtiendo este roll como cultura política. No
obstante, el pueblo nota la acción ridícula de nuestro gobernante, algunos lo
aceptan tal como son otros luchan por su quejas y derechos (persona que por lo
normal son los más afectados de dicha violación). Luchadores que son auxiliados
por personas de gran corazón entre otros solo por hacer noticias.
A
pesar de los daños de los daños causados por la tecnología, esta también ayuda
abrir los ojos de muchos, (como por ejemplos por medio de la redes anuncian los
daños causado a los débiles por personas que creen tener poder sobre los demás)
creando una lucha unánime de forma tal que nuestros gobernantes se siente de
manos atadas y obligados a tomar una acción remediada, pero dicha acción
también es realizada para obviar los daños recientes de su parte, así el pueblo
cambia el tema de nuestro dañas actuales por una solución que hasta puede ser
ficticia o arreglada.
En
cuanto a los nuevos integrantes, solo son individuos que luchan por tomar parte
del poder y los beneficios que se logran por tomar dicho cargo político pero de
la única forma vista que logran gran Azaña es negociando con los prospectos más
poderoso, para ellos la situación del pueblo solo queda como una excusa para
derrocar a su oponente. Más aun, dominan a los afectados entrando a su mente
por medios de los daños vividos para ganar más votos y postulaciones, de tal
forma que el pueblo llega ser comprado en su degusto social cayendo en la trampa
de la rata. Sería bueno que el pueblo se
mantenga alerta constantemente y
mantenga sus fines rectos, pero esto solo se logra una educación escolar que
convenientemente solo tiene una estructura esclavista por los mismos que se
mantienen en la altura.
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