domingo, 14 de octubre de 2018

Historia, progreso y la invención de la modernidad.

El siglo XIX unió por primera vez la historia con la ciencia. Hasta ese momento, los historiadores narraron e hicieron crónicas de acontecimientos históricos, pero no moldearon sus métodos y objetivos en un marco científico. La historia explicativa –la búsqueda de leyes de desarrollo histórico- nació en el siglo XIX. Entrados ya en el siglo XXI, lo que escribimos y enseñamos los historiadores refleja todavía el poder de esa visión de la historia científica. [1]

Ese gran salto adelante para lograr un conocimiento científico de la historia se produjo en la mayoría de los países del continente europeo y, con algunos matices, en Gran Bretaña. La historia, a mediados del siglo XIX, se convirtió en una profesión, comenzó a adquirir su forma moderna de investigación disciplinada y organizada acerca del pasado.

La modernización de la historia en el siglo XIX descansó sobre una concepción del tiempo que derivaba de los planteamientos científicos de Isaac Newton (1642-1727). El tiempo llegó a ser real y secuencial, y los historiadores se presentaron como aquellos que podían medir, a través del progreso, la evolución hacia el tiempo moderno (occidental). Esa historia científica, acompañada de la idea de modernidad, comenzó a desafiar al absolutismo del trono y del altar y a todas esas historias concebidas para mostrar la mano de Dios sobre santos y gobernantes. La idea moderna del tiempo histórico fue lineal frente a la visión cíclica, secular frente a la religiosa, universal más que particular de cualquier época, nación o fe.[2]

Esas nuevas características del tiempo no aparecieron de repente y muchos historiadores continuaron adhiriéndose a uno o más elementos de los esquemas previos del tiempo. Pero, en las últimas décadas del siglo XIX, la mayoría de los grupos cultos de Europa occidental poseían un sentido del tiempo universal adaptado a la nueva era del imperialismo. Ese sentido del tiempo le dio a occidente una misión civilizadora basada en la modernización, en la idea de que todo el mundo acabaría como sus países más representativos.

La modernidad prometía una ruptura decisiva con el pasado y un salto hacia el futuro. Progreso y modernidad caminaban de esa forma asidos de la mano. La creencia en la modernidad significaba que el conocimiento acumulado, bien aplicado y difundido, sólo podía llevar a mejores condiciones de vida. Los humanos no estaban condenados a repetir sus errores pasados, sino que podían crear, por el contrario, un mejor futuro a través del análisis de la experiencia humana. En la modernidad las mejoras podían ser imaginadas en este mundo, no en un distante paraíso.
Historia, progreso y la invención de la modernidad.

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