En Comunidad (2003) Bauman relata las nuevas ataduras sociales que la
modernidad líquida ha provocado. En términos muy generales se trata de ensayos
estructurados alrededor de la necesidad de comunidad como continuación al
problema de identidad en las sociedades modernas aunque, bien lo aclara en el
prólogo, constituyen relatos hechos aún de manera provisional e incompleta.
Manteniendo en miras hilar unas notas sobre los nexos que hacen que para el
autor sea la comunidad un sucedáneo de la identidad, vamos a revisar una breve
exégesis que esboza sobre la noción y el sentido de lo que se evoca con la
palabra comunidad, para luego situar el tema en el plano de la antinomia
seguridad/libertad, ahondar en cómo los cambios sucedidos en el mundo del
trabajo espolean los anhelos de comunidad, dar cuenta de la oposición que hace
entre los tipos de comunidad estética y el ideal de una comunidad ética y
presentar unas notas finales sobre el binomio identidad/comunidad y otras
asociadas a temas afines.
Bauman recurre a autores como Ferdinand Tönnies (1979) para distinguir
entre comunidad y sociedad, situando a la primera obviamente lejana en el
tiempo pasado y contrapuesta a la sociedad que emergió con la modernidad. En
aquella, dice Tönnies, existía un entendimiento compartido por todos sus
miembros. Dicho entendimiento se da por descontado entre sus miembros, no se
construye ni se consigue al cabo de un trayecto, sencillamente está ahí,
precede a todos los acuerdos y desacuerdos de la interacción social y es el
punto de partida de la convivencia comunitaria. Es un sentimiento recíproco y
vinculante reconocido, paradójicamente, en la medida que subyace en las
relaciones sociales entre los miembros y nadie osa hacer conciencia de ello, ya
que de hacerlo se perdería el estado de inocencia que permite su existencia,
como ocurre con el mito griego de Tántalo. No podía ser de otra manera ya que
al ser tan obvio y natural el entendimiento compartido que hace de cemento
social en la comunidad, se sustrae a la percepción cotidiana "porque no se
cuestiona lo que es natural". En palabras de Tönnies es "la
naturalidad del entendimiento comunal". Son obvias aquí las resonancias
con el mito bíblico del paraíso perdido: un estado de inocencia que se pierde y
desde entonces la humanidad es errante en su búsqueda y nostalgia eterna por
regresar al Edén mítico en donde reside la felicidad. Bauman, siguiendo a
Redfield (1971), presenta las características que develan la naturaleza de la
comunidad: a) es distintiva respecto de otras, con claros límites de su espacio
y el de los otros; b) es pequeña, esto es, la conforman pocos miembros de
suerte que todos estén a la vista; c) es autosuficiente: abastece todas las
necesidades y actividades que demandan sus miembros. Estas tres características,
dice Bauman, combinan sus fuerzas para proteger eficazmente a los miembros de
la comunidad de los desafíos a sus usos habituales.
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