No obstante el
mundo ajustado a las necesidades del Homo Sapiens ha cambiado para volverse un
centro comercial de hormigón y plástico, destrucción de la naturaleza como
algunos le llaman, pero no es realmente una destrucción, es cambio. La
naturaleza no puede ser destruida. Ante la amenaza nuclear hay otros organismos
a los que quizá les iría muy bien. Las ratas y las cucarachas, por ejemplo,
estarían en su apogeo. Probablemente estos tenaces animales saldrían humeantes
del Armagedón nuclear, dispuestas a difundir su ADN y sin duda son capaces de
hacerlo. Quizás dentro de 65 millones de años unas ratas inteligentes
contemplarían agradecidas la destrucción que la humanidad provocó, igual que
nosotros podemos dar las gracias a aquel asteroide que acabó con los dinosaurios.
Pero aún los rumores de nuestra propia extinción son prematuros.
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